Monseñor Juan Barros
La
aceptación de la renuncia de Barros marca el comienzo de la “esperada
purga” que se prepara a llevar a cabo el Papa Francisco en el episcopado
de la Iglesia chilena, que ha perdido credibilidad ante la avalancha de
acusaciones de abusos y encubrimiento.
Anuncio de las tres primeras acciones del Papa Francisco
El
Papa Francisco no sólo aceptó la dimisión del obispo Juan Barros, de la
diócesis de Osorno, sino también de otros dos prelados, que ya habían
presentado la renuncia por límite de edad: Monseñor Gonzalo Duarte, también
implicado en casos de abuso sexual, de Valparaíso, y Monseñor Cristian Caro, de
Puerto Montt; este último a su salida pide perdón por su forma de actuar.
De
los tres, solo Monseñor Barros, de 61 años, está por debajo de la edad de
jubilación, los 75 años. Barros estuvo bajo el foco del creciente escándalo de
abusos sexuales en la institución chilena desde que Francisco lo nombró obispo
de Osorno en 2015, pese a que había sido compañero del sacerdote pedófilo más
conocido de la nación sudamericana y de haber sido señalado por las víctimas,
que dijeron que fue testigo de lo que ocurría e ignoró los abusos.
Además
de aceptar la renuncia de los tres prelados, el Papa nombra administradores
apostólicos al provincial mercedario, Ricardo Morales, en Puerto Montt; al
auxiliar de Santiago, Pedro Mario Ossandon, para Valparaíso, y a Jorge Enrique
Concha, también auxiliar de Santiago, para la conflictiva diócesis de Osorno.
Obispo Juan Barros y su caída
Visita
de la comisión Scicluna-Bertomeu
Se
ha publicado oficialmente el calendario de la segunda visita de los
enviados del Santo Padre a Chile, el arzobispo de La Valletta, Mons. Charles
Scicluna y Mons. Jordi Bertomeu, Oficial de la Congregación para la Doctrina de
la Fe. Estos
enviados desarrollarán su trabajo en Santiago durante cuatro días: 12, 13,
18 y 19 de junio. En la mitad de la visita se trasladarán durante cuatro días a
la ciudad de Osorno (14, 15, 16 y 17), para entrevistarse con los laicos de esa
diócesis. Estos últimos podrían constituir el principal problema para la Misión
vaticana.
Scicluna y Bertomeu en rueda de prensa
El
obispo Juan Barros, nombrado por el Papa en enero de 2015, deje la diócesis
relativamente pronto, a tres años y cinco meses de su designación. Además
se espera que los otros obispos pertenecientes a la ex Pía Unión Sacerdotal de
Karadima, que actualmente se encuentran en otras tres diócesis: Auxiliar de
Santiago (Mons. Andrés Arteaga, enfermo), Linares (Mons. Tomislav Koljatic) y Talca
(Mons. Horacio Valenzuela) puedan también ser cesados de sus funciones.
En
este ámbito la Misión de Scicluna-Bertomeu no debería encontrar grandes
dificultades, salvo algún sacerdote anciano escandalizado por el hecho,
inédito, de que grupos de laicos "se atrevan a desafiar una decisión del
Papa" y lograr que el Papa tenga que retirar de sus funciones un obispo en
plenas facultades.
Por
último, en el plano teórico pero a partir de consideraciones relacionadas con
el informe que presentaron Scicluna-Bertomeu al Pontífice al concluir la
primera Misión del mes de febrero pasado, se pueden plantear otros temas
que los enviados deberán afrontar, siempre dentro del contexto de la naturaleza
específica del encargo recibido, que consiste en escuchar, reunir información y
elaborar posibles escenarios para las reflexiones del Papa.
El primer
tema se refiere al nombramiento de los obispos. El caso Barros, en Chile
pero no solo en ese país, ha vuelto a plantear con cierta fuerza el debate
sobre los criterios y mecanismos que la Santa Sede, y el Papa, utilizan desde
hace siglos para la elección y nombramiento de los ordinarios diocesanos. Se
ha vuelto a hablar de la participación de las comunidades cristianas en el
proceso que conduce al nombramiento del pastor, tal como ocurría en el
primer milenio del cristianismo.
Algunos
laicos de Osorno así como algunos teólogos y estudiosos chilenos, hace ya
tiempo que piden y escriben que no es suficiente la renuncia de Mons. Barros
para dar una verdadera señal de cambio en la Iglesia; es necesario introducir
también alguna forma de consulta del laicado en los nombramientos episcopales
futuros y próximos. Hace
varias semanas que diversas publicaciones plantean una idea a la que ya hicimos
referencia en el pasado: en Chile, durante muchos años, el principio de
sentido común según el cual "no se debe imponer un obispo a los que no lo
aceptan" no se ha respetado seriamente.
Este
principio eclesiológico fundamental, sancionado en un decreto del Papa
Celestino I, en su formulación completa dice: “No se imponga ningún obispo a
los que no lo aceptan. Se requiere el consentimiento del clero, del pueblo y de
los ordenados”. Pero
esta cuestión no se circunscribe solo a la diócesis de Osorno sino que obviamente
incluye a todos los obispos que el 17 de mayo presentaron su renuncia al Papa
Francisco y en el pasado estuvieron relacionados con Karadima. Vale decir que
la misma situación se podría plantear en la diócesis de Santiago, una de las
cuatro donde hay obispos que ya cumplieron 75 años y su mandato fue prorrogado,
pero hay que nombrar un sucesor, como el cuestionado cardenal Ezzati, actual
Arzobispo de Santiago.
Cardenal Ricardo Ezzati
En
otras palabras, las decisiones que se tomen en el caso de Osorno y
Monseñor Barros no se pueden limitar a una parte del país sino que
necesariamente tendrán una repercusión a nivel nacional, en las otras 31
diócesis y esperemos a toda la Iglesia en el mundo ya que en muchas diócesis
hay casos muy similares que se requiere la atención de la Santa Sede. Y aprendamos de los fieles de Osorno que con persistencia,
y sobre todo, con la verdad por delante han logrado la remoción del Obispo que
era una vergüenza para la Iglesia, porque no levantar nuestra voz y pedir al
Papa que vea el caso de los obispos del Perú: del obispo del Callao, que tanto
daño hace a los fieles, o de otros obispos que tienen miedo al escándalo pero siguen
ejerciendo la coacción para seguir en el poder.
Obispo del Callao
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