martes, 19 de febrero de 2019

La cumbre antipederastia: "Está en juego la confianza de las víctimas en la Iglesia"

El escritor estadounidense John Grisham afirmó en cierta ocasión que "es asombroso cómo crecen las mentiras. Uno empieza con una pequeña mentira que parece fácil de ocultar, pero de pronto se encuentra acorralado y cuenta otra. Luego otra. Al principio la gente le cree a uno, reacciona de acuerdo con las mentiras, y a uno se le ocurre que ojalá hubiera contado la verdad."

Juan Cuatrecasas, padre de una víctima de abuso sexual en el colegio del Opus Dei

La Iglesia tiene estos días una oportunidad vital de supervivencia. No es baladí. La próxima reunión del Papa Francisco con los obispos en Roma debiera ser una lavadora con suficiente jabón para suponer un antes y un después en los casos y la trama de pederastia en la Iglesia de Pedro.

Primero por las víctimas, menores de edad, algunos ya adultos, que se vieron un día violentados física y psicológicamente en plena formación y estructuración de sus personalidades. Alguien, un depravado y desequilibrado, manzana podrida en el gran cesto eclesiástico, encendió una mecha horrible que nunca acaba de cortocircuitarse, que sigue avanzando noche y día en las inocentes mentes afectadas, abusadas y agredidas.

Es un largo proceso, interminable en muchos casos, que requiere cariño, afecto, comprensión, empatía y cercanía, además de medidas de acompañamiento en forma de reconocimiento público y expreso, y reparación, con terapias y protocolos de actuación efectivos y no cargados de trampas y dirigidos a una más que segura doble victimización.


La iglesia tal y como ha encauzado la actuación oficial en estos delitos y pecados, por ese orden, ha hecho hasta ahora justo lo contrario. Trampas, mentiras, ocultación e incluso infamia, no solo ocultando sino loando y homenajeando a los pederastas, como ha quedado patente y demostrado en espacios como La Bañeza, Gaztelueta, Montserrat, Salesianos, Maristas, después de saber e incluso reconocer fuera de foco, la condición delictiva del laureado.

La iglesia tiene la oportunidad urgente ya de cambiar el curso de su historia con este lacerante asunto. Nosotros las víctimas les pedimos a los eclesiásticos que no rebajen sus expectativas antes de comenzar, que reformen sus protocolos sin miedos, cobardías o mala fe.

Porque las tres cosas se han unido durante siglos a la hora de tapar y revictimizar la voz de los niños y niñas afectados. Miedo a las consecuencias de una actuación vertical y contundente, cobardía frente al trato que debe darse a los abusados y agredidos y en muchísimos casos la siniestra mala fe del no reconocimiento y la difamación como piedras arrojadizas buscando anular al denunciante social, laboral y a todos los efectos.

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Me pregunto yo por el pasado, por todas y cada una de las víctimas que no pudieron denunciar, por todos y cada uno de los sacerdotes que abusaron de niños y niñas y vivieron un anonimato de impunidad. La voz de las víctimas es necesaria y siento que siempre debe ser voluntaria, nunca forzada. Pero es un deber social que quienes puedan contarlo, lo hagan. La red va ampliándose, cada vez somos más y cada vez tenemos más fuerza y reconocimiento.

La Iglesia Católica tiene una importante misión social y sólo si se depuran responsabilidades, se denuncian los casos de pederastia en sus filas, hay castigo al victimario y reconocimiento y reparación a las víctimas, sus víctimas, esa misión social tendrá todo el sentido que se pretende. Si esta reunión del Papa con los obispos se queda solo en el perdón y en las formas, será un fracaso más para añadir a su amplia colección de decepciones y caídas, a su descrédito del presente.

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La Iglesia se prepara para este encuentro

Es hora de luz y taquígrafos, de invertir el orden pasando de pecado a delito y pecado. La confianza de las víctimas de la Iglesia, muchas de ellas con pasado creyente y presente ofendido y alejado del Evangelio, está en juego. La credibilidad de la institución y la verdad cristalina también. Llegan días clave y solo esperamos que la iglesia esté a la altura requerida y necesaria. No es una simple petición, ni siquiera una simple esperanza, es para la iglesia vaticana, una urgente e inaplazable necesidad.

Porque como bien escribió el filósofo Javier Sadaba "la verdad, sino es entera, se convierte en aliada de lo falso". Y ya es hora de que nuestra iglesia deje de ser aliada de lo falso. Solo la verdad os/nos hará libres.

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