lunes, 19 de noviembre de 2018

“El Papa está en el núcleo del problema de la pederastia”, según François Devaux

François Devaux presidente de la Organización Parole Liberée (Palabra Liberada),parece estar más cerca que nunca de sus metas. Constituida en 2015 por víctimas de pederastia del cura Bernard Preynat, capellán de un grupo scout religioso de Lyon acusado de haber abusado de unos 70 menores entre 1970 y 1991, esta asociación ha logrado, en apenas tres años, que la Iglesia no haya podido seguir ocultando los casos de pederastia, como hizo durante décadas. Pero no lo anima siquiera el inicio en Orleans de otro juicio por abusos en el que un obispo está inculpado por haber acallado abusos de uno de sus subordinados. Este proceso podría dar pistas sobre qué pasará cuando en enero, a instancias de Parole Liberée, se siente en el banquillo uno de los religiosos más influyentes de Francia, el cardenal de Lyon, Philippe Barbarin. 

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François Devaux, presidente Parole Liberée

En el centro de su desánimo está lo que considera una falta de interés real de la Iglesia católica, desde su rama francesa al propio Vaticano, por atacar de raíz el problema de la pederastia. Es lo que le ha llevado a rechazar la invitación para participar este sábado en la reunión sobre pederastia que celebrará la Conferencia de Obispos de Francia en el marco de su asamblea anual en Lourdes.

"Me parece más una operación de comunicación que otra cosa. No han preparado para nada ese encuentro, les mandé muchas preguntas sobre cómo se iba a organizar y no recibí ninguna respuesta y me di cuenta de que en el fondo abordan esta cuestión con un amateurismo que bordea la falta de respeto ante la gravedad y amplitud de los hechos denunciados", explica. "No me parece que estén con ánimos de erradicar este flagelo e implantar medidas que lleven a reformas. Así que no voy a perder el tiempo en eso".

Parole Liberée envió hace algo más de un año un informe con numerosas propuestas para mejorar la respuesta de la Iglesia ante casos de pederastia. Desde crear un fondo de indemnización a las víctimas a reclamar al Vaticano que levante "de manera sistemática" la prescripción de los casos de abusos contra menores o, también, que los expedientes de curas pederastas no sean llevados por religiosos próximos a los acusados. Hasta ahora, lamenta Delvaux, no ha habido ni una sola reacción. "Hay mucho por hacer, pero ninguna respuesta. Y mientras no estén dispuestos a implementar esas reformas, no podemos esperar mucho más", advierte.

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Denuncias por las pocas acciones para combatir los abusos en menores

Aunque está satisfecho de que, finalmente, el cardenal Barbarin se vaya a sentar, a partir de enero, en el banquillo de los acusados por haber ocultado durante años los abusos de Preynat, se siente dolido por la reacción del Vaticano. La Santa Sede impidió hace unas semanas que el cardenal español Luis Francisco Ladaria Ferrer, prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, tuviera que comparecer ante la justicia francesa por el caso Barbarin. De acuerdo con la instrucción del caso, Barbarin consultó a Ladaria en 2015 qué hacer ante las denuncias de pederastia contra Preynat, y este le pidió "evitar todo escándalo público" a la hora de tratar los casos. Para Devaux, se trata de un "uso abusivo de la inmunidad diplomática" de Ladaria. Y una muestra, apostilla, de lo que considera la responsabilidad directa del papa Francisco.

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"Para mí no hay duda sobre la responsabilidad, por no decir la culpabilidad, del Papa, que está perfectamente al corriente de la amplitud de este flagelo pero que hace como que no tiene información", sostiene. Según Devaux, el Papa Francisco "solo actúa por reacción y coacción, después de una presión de la opinión pública, a pesar de que está totalmente al tanto de la problemática". De hecho, recuerda, "es él el que instaló la comisión de protección de menores, que presentó un informe que el Papa ni siquiera ha comentado". "No me cabe duda su responsabilidad y culpabilidad, creo que está en el núcleo del problema", lamenta.

Las heridas nunca prescriben
Estas palabras fueron manifestadas por Papa Francisco en una carta fechada el 20 de agosto refiriéndose al dolor que sufren las víctimas de los abusos sexuales cometidos por un notable número de clérigos durante al menos setenta años. Merece la pena leer el texto con cierta atención para apreciar el plan con el que la Iglesia debería enfrentar un crimen que deja heridas no sólo en las víctimas, sino también en sus familias y en toda la comunidad. No basta con pedir perdón por lo ocurrido, dice el Papa. Tampoco con reparar el daño causado. Resulta imprescindible “generar una cultura capaz de evitar que estas situaciones no solo se repitan, sino que no encuentren espacios para ser encubiertas y perpetuarse”.

La elocuencia de las palabras con la que el Papa Jorge Bergoglio describe el reto que tiene la Iglesia incide en la verdadera gravedad y magnitud del problema del que el citado desafío trae causa. De hecho, no es solo cuestión de denunciar conductas particulares susceptibles de ser constitutivas de un delito tipificado en la ley. El problema de la Iglesia tiene, desgraciadamente, más calado: debe acabar con una cultura favorable a encubrir el delito y a perpetuar lo a través de ignorarlo, callarlo o silenciarlo. Hacerle frente exige, como detalla la carta, adoptar las medidas pertinentes para garantizar que quienes cometieron los delitos y los encubrieron rindan cuentas ante la justicia. 

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El Papa Francisco tiene que afrontar las constantes denuncias de abusos

La Iglesia puede ignorar los múltiples testimonios que prueban que también aquí se cometieron delitos y se encubrieron. De acuerdo con la hoja de ruta trazada por el Papa Francisco, corresponde a sus máximos dirigentes mostrar valentía en el esclarecimiento y enjuiciamiento de los hechos, sin olvidar una acción enérgica contra el silencio cómplice que tanto sufrimiento ha causado a las víctimas. En este contexto, las instituciones civiles no deberían renunciar a tomar en consideración aquellos cambios normativos que pudieran dificultar la impunidad y facilitar el ocultamiento. Nos referimos, en primer lugar, a la necesidad de retrasar sensiblemente la edad a partir de la cual comienza a contar el plazo de prescripción de los delitos de abuso sexual. En segundo lugar, sería igualmente interesante discutir la conveniencia de otorgar al ministerio fiscal el impulso de la investigación de esta clase de delitos aun cuando las víctimas hayan superado la mayoría de edad. De hecho, resulta razonable exigir a la Iglesia la obligación de cooperar en el esclarecimiento de delitos cometidos en el pasado y dar traslado de cuanto sabe por sus investigaciones internas, siempre que la fiscalía puede instar el oportuno proceso penal, sin que recaiga en la víctima el impulso del proceso.

El tiempo dirá si el Papa Francisco es capaz de vencer todas las resistencias internas, cumplir su propósito y hacer de la Iglesia un entorno seguro. No parece que le vaya a resultar tarea sencilla.

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