lunes, 5 de noviembre de 2018

¿Informar de los abusos del clero es "atacar" a la Iglesia católica?

Arrecian los casos de abusos sexuales, de poder y de conciencia del clero católico en todo el mundo. Incluso en nuestro país comienzan a emerger y se espera que, como en el ámbito anglosajón, también en el hispano se produzca una explosión de denuncias, mientras la Iglesia ha tomado medidas cosméticas, pero no va a la raíz del problema para hacer justicia a las múltiples víctimas que por años claman un acción concreta de las autoridades eclesiásticas.

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¿Qué debe hacer un católico al conocer casos de abusos que están plagando e infectando a la Iglesia Católica? ¿Quedarse callado, informar de todo a la autoridad competente, informar selectivamente, o aplicar el silencio, por que se dice: "Dios perdona el pecado pero no el escándalo"?. Algunos lectores me escriben sobre el tema, se quejan de que "doy demasiadas noticias sobre los abusos del clero" y piden que baje "la resonancia y el nivel de información respecto a estos casos". Unos pocos me acusa, incluso, de "atacar a la Iglesia", de "intentar mancharla" y de fijar demasiado el foco en lo negativo, sin resaltar lo positivo. También, es cierto, que recibo palabras de ánimo e invitaciones a seguir en la brecha de la denuncia por parte de numerosos lectores y, especialmente de las víctimas, que siempre lo son, y que agradecen a "los medios honestos y profesionales, que nos dan voz en un ambiente tan silente y poco solidario a la par que carente de empatía con tanto drama y tragedia humana".

Unas cuantas consideraciones al respecto:
1.- Tengo una blog libre. De ahí que no estemos sometidos a las directrices de la jerarquía, renuente en muchos casos a ponerse abiertamente al servicio del cambio de mentalidad que el Papa Francisco está pidiendo respecto a los abusos: centrarse en las víctimas. La mayoría de los medios católicos de nuestro país continúan guardando silencio sobre esta lacra, unas veces urgidos por los obispos y otras, por sus propios mecanismos de autocensura y autocontrol. Por ahora, obispos y medios confesionales se esconden y siguen anclados en las viejas inercias de tapar y encubrir, y lavar los trapos sucios en casa. Cuando quieran cambiar de dinámica y colocarse al ritmo que marca el Papa Francisco de contribuir con valentía a la verdad y a la sanación, posiblemente ya sea demasiado tarde para ellos.

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2.- No pertenezco a ningún grupo o movimiento en contra de la Iglesia, soy un católico laico que quieren rendir, libre y autónomamente, un servicio importante y necesario para toda la comunidad eclesial (desde la jerarquía hasta el último fiel), que consiste en informar de todo lo que pasa en el ámbito religioso de la forma más profunda y más rápida. Y, por supuesto, de todo lo que pasa en la Iglesia católica, mayoritaria en el ámbito hispano al que me dirigo primordialmente.

3.- Es evidente que los medios de comunicación nos alimentamos más de lo malo que de lo bueno. Y no por interés malsano, sino porque la dinámica noticiosa se basa precisamente en aquel viejo aserto de que no es noticia si un perro muerde a un hombre. Sí lo es, en cambio, si un hombre muerde a un perro. Es decir, si publicamos las noticias negativas de la pederastia clerical o de escándalos sexuales no es por atacar ni manchar a la institución, sino por puro criterio de interés informativo y un llamado a la coherencia de vida, que todos estamos llamados a vivir (incluidos curas y laicos).

4.- Está claro, también, que lo negativo llama más la atención y tiende a fijarse más en la memoria selectiva de muchos de nosotros. Pero más del 80% de las noticias son de carácter informativo ya que muchas de estas noticias no son visibles en los medios de comunicación masivos y al parecer hay una manipulación al momento de informar, lo que es primera plana en portadas aquí ningún medio dice nada al respecto.

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5.- No informar de la plaga de los abusos clericales sería tanto como minusvalorar el enorme drama de la pederastia clerical, que, precisamente, se ha agravado, porque muchos, tanto en la jerarquía como en el clero, han optado y siguen optando por esconder, tapar, ocultar y encubrir. Esta vieja dinámica, que tanto daño hizo y sigue haciendo a la institución, sólo puede conducir a nuevas heridas, escándalos y crisis. Demuestra, además, que algunos, víctimas del clericalismo, no han calibrado bien lo que esta plaga significa desde hace décadas.

6.- Esta gravísima crisis está golpeando el corazón de toda la Iglesia, provoca una hemorragia constante de fieles que se van asqueados, hace tambalear la fe de muchos católicos sencillos, aparta de la institución, de una manera radical, a las generaciones jóvenes, y conduce a la pérdida total de credibilidad de la institución. La Iglesia tiene que volver a ganarse la confianza de la gente y, para eso, tiene que volver a ser casa segura para todos, especialmente para los menores.

7.- Como suele repetir el Papa Francisco, el clericalismo está en la base de los abusos sexuales, de poder y de conciencia. No es una cuestión de homosexualidad o promiscuidad, como apuntan los más tradicionalistas, sino de poder. La única forma que tenemos para contrarrestarlo es la denuncia clara, tajante, radical y total de sus abusos del clero. Porque los abusadores le temen más a los medios que al infierno. Como decía Óscar Wilde, "todo se trata de sexo, excepto el sexo, que se trata de poder".


8.- En definitiva, las denuncias de la pederastia o escándalos sexuales en el ámbito clerical no pretendo atacar a la Iglesia católica, sino cumplir con dar a conocer todos estos casos (por mucho que asqueen) y con mi conciencia, que trata de comprometerse sólo con la verdad, que nos hace libres. Por eso, no puedo olvidar a las víctimas, que hoy se sienten en la Iglesia como esos descartados de los que tanto habla el Evangelio.

Algunos lectores me acusan de exhibir demasiado las vergüenzas clericales, tengo que invitarlos a huir de la dinámica ramplona de "matar al mensajero", que evidencia una falta total de argumentos serios. Si los medios de comunicación dieran a conocer estos casos, porque existen, estaríamos más informados. Nadie se los inventa. Y, como todo el mundo sabe, lo que se publica es casi siempre sólo la punta del iceberg. El poder clerical, como otros tipos de poder, tiene más miedo a los medios que al mismísimo Satanás. Controlar el poder eclesiástico es uno de los sacrosantos deberes de los informadores religiosos. Que intentamos cumplir lo mejor que podemos y sabemos.

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