Dos sacerdotes condenados por abuso y enviados al Perú y Bolivia
Consultadas ambas órdenes, justifican la decisión de sacarlos del país. “Se veía conveniente alejarle de Barcelona”, dicen los jesuitas. “De esta manera, se le ocupó en tareas donde estuviera alejado del trato con menores”, explican los agustinos recoletos. Ninguna de las dos órdenes abrió un proceso canónico ni tomó luego mayores medidas disciplinarias, salo prohibirles la actividad docente. El padre Untoria recibió “acompañamiento psicológico” en Madrid antes de irse a Perú y el padre jesuita Luis Tó recibió “tratamiento psiquiátrico” en Bolivia a partir de 1994, informan. Aseguran que en sus destinos sus superiores conocían perfectamente la situación, allí no tuvieron contacto con menores y luego no han recibido acusaciones.
Padre José Luis Untoria, agustino recoleto condenado por abuso de diez menores en 1997
El padre Tó Luis fue enviado a Bolivia “con la prohibición de tener actividad pastoral o docente con menores”, según los jesuitas. No obstante, según informó la curia boliviana de la orden al anunciar su fallecimiento, el religioso colaboró toda su vida en el Centro de Multiservicios Educativos, la obra social educativa de los jesuitas, y en las escuelas populares de Fe y Alegría. Portavoces en España afirman que, a falta de posteriores comprobaciones que la orden está realizando en Bolivia, su labor en los centros de enseñanza no fue docente, sino de administración. En cuanto al padre Untoria, fue destinado a una emisora de radio de Chota, Santa Mónica Radio (de una provincia peruana), aunque también pertenecía a la parroquia local. "Tuvo un seguimiento en las comunidades donde estuvo viviendo posteriormente. Todos los superiores siempre estuvieron atentos y podemos confirmar que no hubo ninguna otra acusación", afirma la curia general de la orden.
“Él nunca reconoció aquello de lo que se le acusaba, yo hablé con él y solo me dijo que había sido un poco imprudente, que se sentó en la cama de uno de los internos y se quedó dormido”, explica sobre el padre Untoria el que era el superior provincial de los agustinos recoletos en aquella época, el padre Juan Ángel Nieto. La sentencia en realidad detalla los relatos de diez alumnos de 12 a 14 años de cómo el religioso, de 42, se introducía en sus habitaciones por las noches. “Lo cierto es que había casi un centenar de chicos que le acusaban, pero solo diez llegaron hasta el final y denunciaron”, recuerda Manuela Torres, que fue la abogada de la acusación. Una de las víctimas se suicidó tras el proceso.
A pesar de las denuncias ambos sacerdotes siguieron en su ministerio sacerdotal
La sentencia, no obstante, no admitió que fuera agresión sexual, solo abuso “con prevalimiento de la situación de superioridad del sujeto activo”. Y concluye: “Estos actos libidinosos se llevaban a cabo por el consentimiento viciado que se obtenía a través del referido prevalimiento pero sin que mediara violencia o intimidación”. La acusación argumentó que había fuerza, porque cuando los niños bloqueaban la puerta con lápices o cepillos, el cura acababa rompiéndolos. Pero la sentencia apunta que “no resulta acreditado que tras este quebrantamiento el utensilio utilizado cediese en su integridad y aún menos que hubiese accedido a algún cuarto tras la referida fractura”. Los argumentos del religioso fueron estos: “La defensa habla de confabulación de los menores contra el acusado, el mal comportamiento y procacidad de alguno de ellos”. Manuela Torres, de la Asociación de Mujeres Juristas Themis, explica que en aquellos años era muy difícil obtener condenas, que el Código Penal infravaloraba estos delitos y que aún hoy buena parte de los casos de abusos de menores son archivados y no llegan siquiera a juicio.
El padre Luis Tó falleció en Cochabamba, Bolivia
Los jesuitas, la orden a la que pertenece el Papa Francisco, hacen autocrítica: “Hemos constatado que no se le abrió un proceso canónico, y claramente entendemos que esto estuvo mal hecho. En aquel momento el derecho canónico hubiera exigido iniciarlo (…), pero entonces no se valoró bien la gravedad de los hechos (…) Revisando este caso, ante las preguntas planteadas, somos conscientes de que, como ha ocurrido en otros lugares e instituciones de la Iglesia, la actuación ante casos de abusos no ha estado a la altura, sobre todo pensando en la atención a las víctimas, y en la falta de respuestas más contundentes ante hechos que provocan tanto sufrimiento, y por eso pedimos perdón”.
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