lunes, 15 de abril de 2019

Benedicto XVI y el escándalo

El filósofo católico italiano Augusto Del Noce escribía hace medio siglo, en 1970: “A veces siento envidia de los que no creen. ¿Acaso la historia contemporánea no proporciona abundantes pruebas de que los católicos son una especie mentalmente inferior? Su prontitud para amoldarse a la opinión sobre el catolicismo defendida por los laicos racionalistas es asombrosa”.

El mensaje de Benedicto XVI, palabras que llevan el viento

Estas palabras, extraídas de su ensayo "La escalada del erotismo", abren la brillante reflexión de Del Noce (en parte análisis, en parte profecía) sobre la revolución sexual en marcha entonces en Europa. En una época en la que un joven sacerdote llamado Joseph Ratzinger predecía en sus entrevistas de 1969-1970 en la radio alemana y vaticana una Iglesia futura más pequeña, acosada, pero más pura, Del Noce explicaba qué es lo que pasaría. Previó que “la batalla decisiva contra la cristiandad (puede) llevarse a cabo sólo a nivel de la revolución sexual. Por consiguiente, el problema de la sexualidad y el erotismo es, hoy en día, el problema fundamental desde el punto de vista moral”.

La historia ha demostrado que tenía razón, y por obvios motivos. El sexo es, a la vez, un vínculo poderoso y un feroz corrosivo; esta es la razón por la que, históricamente, casi todas las culturas humanas lo han rodeado de tabúes que ordenan su integración armoniosa en la vida diaria. El entusiasmo ingenuo (“estupidez” no es una palabra lo suficientemente fuerte para los propósitos de Del Noce) de muchos progresistas de mediados de siglo de la Iglesia a la hora de aceptar o, por lo menos, de ser complacientes con ciertas libertades sexuales como forma de liberación humana, fue la punta de lanza del colapso intelectual de toda una generación de teología moral católica. A partir de los años 60, estas libertades se transformaron en una extendida disfunción sexual y social, en conflictos y sufrimiento, cosas que también previó Del Noce.

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El mensaje de Benedicto XVI para muchos es una manipulación

Por desgracias, las lecciones de los 60 siguen siendo firmemente ignoradas por una gran parte de la clase intelectual de la Iglesia: en pocas palabras, el sexo está íntimamente vinculado a la antropología, a la comprensión humana de uno mismo y a la finalidad del cuerpo. Por consiguiente, para que la Iglesia siga siendo Iglesia, no puede haber concordato con comportamientos que son fundamentalmente contrarios a la Palabra de Dios y a la concepción cristiana de la persona humana como imago Dei. Todos estos intentos han llevado inevitablemente a lo que Ratzinger (ahora Papa emérito Benedicto XVI) llamó, en una ocasión, apostasía silenciosa. Viene a la mente la situación actual de la Conferencia episcopal alemana; sin embargo, el problema es mucho más amplio, no atañe a una única Iglesia local.

En su ensayo del 10 de abril, La Iglesia y el escándalo de los abusos sexuales, un anciano Joseph Ratzinger observa el fenómeno de los abusos a través de las lentes de su propia experiencia de vida, dividiendo su texto en tres partes: orígenes de la crisis, respuestas iniciales de la Iglesia y lo que hay que hacer ahora para sanar la vida católica. El ensayo carece del rigor de sus anteriores escritos formales, y no satisfará a esos críticos que consideran que Juan Pablo II y Benedicto XVI fueron lentos en abordar la magnitud y la gravedad del problema, pero sus palabras son, a pesar de todo, tan claras e incisivas como siempre.

Como los laicos a los que sirven y guían, los sacerdotes están condicionados por la cultura en la que han crecido. Justamente, debido a su llamada, deben aspirar a principios más altos. Pero los sacerdotes y los obispos no tienen una inmunidad milagrosa a la anormalidad que bulle a su alrededor. Ratzinger sitúa la semilla de la crisis actual en el giro deliberado hacia la anarquía sexual que marcó una gran parte de Europa en los años 60, y al completo fracaso de los teólogos morales católicos en contrarrestarla. Un fracaso que a veces parecía más bien un compañero de viaje. También observa, como Del Noce, el sucio pequeño secreto de la revolución sexual: unas normas sexuales laxas no reducen el deseo de violencia, incluyendo la violencia sexual. Más bien causan lo contrario.

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Benedicto XVI luego su mensaje no ha tenido respaldo total del Vaticano

Ratzinger observa que: “En varios seminarios se establecieron grupos homosexuales que actuaban más o menos abiertamente, con lo que cambiaron significativamente el clima que se vivía en ellos”. También observa un problema que infectó a los líderes: “Por encima de todo se estableció la ‘conciliaridad’ como un criterio para el nombramiento de nuevos obispos, que podía entenderse de varias maneras”.

Ratzinger intenta explicar la respuesta inicial de la Iglesia al problema de los abusos, que fue lenta e inadecuada. Justamente, él vio la cuestión de los abusos como una crisis que afectaba a la integridad de la fe y no sólo como un tema legal basado en los derechos de los sacerdotes acusados. Así que forzó el traslado de los casos de abuso, pasándolos de la jurisdicción de la Congregación para el Clero a la de la Congregación para la Doctrina de la Fe, donde se aceleraría el trámite de estos casos. Pero incluso aquí el alcance del problema demostró ser más amplio de lo que nadie se esperaba. Guarda silencio sobre lo que muchos ven como la continua resistencia de Roma a darle sencillamente un nombre al punto central del problema de los abusos por parte del clero, que no es una cuestión de privilegios clericales, sino de un patrón de homosexualidad predatoria.

A lo largo de su breve texto, Ratzinger tiene momentos de perspicacia y genio que son como lluvia en el desierto, sobre todo en estos momentos. Como cuando escribe: “Hay valores que nunca deben ser abandonados por un valor mayor e incluso sobrepasan la preservación de la vida física. Existe el martirio. Dios es más, incluida la supervivencia física. Una vida comprada por la negación de Dios, una vida que se base en una mentira final, no es vida”. O: “Un mundo sin Dios sólo puede ser un mundo sin significado”. O: “Una tarea primordial, necesaria debido a las convulsiones morales de nuestro tiempo, es que nuevamente comencemos a vivir por Dios y bajo Él”.

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Benedicto asegura que los abusos fueron tratados de manera lentas e inadecuadas

Las palabras del Papa emérito son especialmente desgarradoras cuando habla del modo en el que los católicos actuales tratan la Eucaristía (la presencia real de Dios entre nosotros, fuente y culmen de la vida cristiana), es decir, como “un mero gesto ceremonial… que destruye la grandeza del Misterio”. O cuando escribe que la Iglesia actualmente “es vista ampliamente sólo como una especie de aparato político”, o que muchos obispos “formulan su concepción de la Iglesia del mañana casi exclusivamente en términos políticos”. Y, por último, esto: “Hoy, la acusación contra Dios es sobre todo cuando se describe a Su Iglesia como algo malo en su totalidad y es lo que nos aparta de ella. La idea de una Iglesia mejor, hecha por nosotros mismos, es de hecho una propuesta del demonio, con la que nos quiere alejar del Dios viviente usando una lógica mentirosa en la que fácilmente podemos caer. No, incluso hoy la Iglesia no está hecha sólo de malos peces y mala hierba. La Iglesia de Dios también existe hoy, y hoy es ese mismo instrumento por medio del cual Dios nos salva. (…). El hoy de la Iglesia es más que nunca una Iglesia de mártires y por ello un testimonio del Dios viviente. Si miramos a nuestro alrededor y escuchamos con un corazón atento, podremos hoy encontrar testigos en todos lados, especialmente entre la gente corriente, pero también en los altos rangos de la Iglesia, que se ponen en pie por Dios con sus vidas y su sufrimiento. Es una inercia del corazón lo que nos lleva a no desear reconocerlos. Una de las grandes y esenciales tareas de nuestra evangelización es, hasta donde podamos, crear unos hábitats de fe y, sobre todo, encontrarlos y reconocerlos”.

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Fue buena idea el mensaje de Benedicto XVI????

Amén. No es necesario añadir nada más. Hacia el final de su ensayo de 1970, Augusto Del Noce observó que “se necesitará una enorme revisión cultural para dejar atrás de verdad los procesos filosóficos que han encontrado una expresión en la revolución sexual actual”. La mala noticia es que son demasiados los católicos actuales que carecen del deseo y la capacidad de realizar esta tarea. La buena es que algunos de nuestros líderes aún tienen el valor de decir la verdad.

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