El padre Krzystof Charamsa, trabajador del Vaticano reconoce ser Gay
Lo hemos repetido hasta la saciedad: si en más del 80% de los casos de abusos sexuales por parte de sacerdotes y prelados las víctimas son varones, es más que asombroso que nadie en la jerarquía católica encuentre significativa esta relación tan obvia. La proporción de homosexuales en casi cualquier sociedad ronda, según los estudios más fiables, el 3%, con lo que la conclusión inescapable es que, o los homosexuales tienen una tendencia muchísimo mayor al abuso (lo que prácticamente nadie estaría dispuesto a defender), o la presencia de homosexuales en el sacerdocio se sale de las gráficas. No hay una tercera opción.
Por eso resulta que, tras el estallido de los escándalos el año pasado, ninguno de los responsables de la Curia o la jerarquía haya puesto el dedo en esta llaga, haya citado siquiera este dato tan llamativo sino, en todo caso, para negar con vehemencia que exista relación alguna. Incluso el Papa Francisco, en su célebre carta al pueblo de Dios, omite absolutamente el dato (e incluso la misma palabra) y lo achaca todo a un vago "clericalismo", que lo mismo sirve para un barrido que para un cosido. Por último, nombrar como coordinador del encuentro episcopal que tratará el mes que viene de los abusos al cardenal Cupich, pupilo del ex-cardenal McCarrick y uno de los obispos más "gay friendly" de la Iglesia, ya indica que la relación no se mencionará en absoluto.
Lobby gay en el clero católico
La fuente de Martel es impecable, los testimonios de autoridades de la propia Curia, y sus propias credenciales hacen imposible acallar su testimonio como una maniobra de "tradicionalistas" llenos de odio que conspiran contra el actual pontificado, porque Martel tiene un irreprochable historial progresista, ha trabajado para la Administración socialista francesa y es un decidido partidario del "matrimonio paritario". Paradójicamente, Martel escribe esta "exposée" en nombre de quienes quieren una Iglesia como la que el propio Papa Francisco dice anhelar: una Iglesia inspirada en el Evangelio, una Iglesia para los pobres, los marginados y los desposeídos.
De hecho, la camarilla gay que denuncia (por hipócrita, no por gay) es solo uno de los apartados más sensacionales del libro, donde también se denuncia la corrupción en otras esferas del clero: relaciones "non sanctas" de eclesiásticos con regímenes totalitarios y torturadores, oscuros tejemanejes financieros e inmobiliarios y una opacidad que permite encubrimientos, favoritismo y vendettas de todo tipo.
¿El Vaticano gay friendly?
Es probable que alguno de los nombres desvelados provoque sorpresa, pero no puede resultar asombroso para nadie que esté mínimamente atento la enorme influencia del "lobby" en una Curia y una jerarquía donde brillan y prosperan: Ricca, McCarrick, Madariaga, Coccopalmerio, McElroy, Tobin o Cupich. Después de la publicación de este libro va a ser difícil seguir ignorando la cuestión o, por parte de los jerarcas eclesiales, seguir pretendiendo que ninguno sabía nada.
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