miércoles, 12 de septiembre de 2018

Reemplazos para algunos miembros del C 9 del Vaticano

El cardenal argentino Leonardo Sandri, ex sustituto de la secretaría de Estado, es el candidato más firme para reemplazar al cardenal chileno Francisco Errázuriz en el consejo asesor del Papa Francisco conocido como C 9. El nombre de Leonardo Sandri, de 74 años y prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, aparece citado por fuentes vaticanas como el representante de Latinoamérica que cubriría la segura vacante que dejará en el consejo de cardenales un Errázuriz cada vez más acechado por las denuncias de abuso en su país.

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El Papa Francisco y el cardenal Leonardo Sandri

De hecho, el purpurado chileno, de 85 años, no participó de la reunión de trabajo del C9, que inició este lunes y termina hoy, y en medio de la que sus propios miembros reconocieron la inminencia de cambios en su composición ante la "edad avanzada" de algunos de sus miembros. La entrada del cardenal Sandri, sustituto de la secretaría de Estado entre 2000 y 2011, tendría en cuenta el conocimiento de la curia romana que tiene el compatriota del Papa Bergoglio para la etapa de escritura de la nueva Constitución apostólica, "Praedicate Evangelium", que deberá encarar el consejo de cardenales a partir de ahora.

Composición actual del C 9 
Cardenal
Cargo
País
Edad
Francisco Javier Errázuriz
Arzobispo emérito
de Santiago
Chile
85
George Pell
Prefecto de la
Secretaría de Economía del Vaticano
Vaticano
77
Giuseppe Bertello
Gobernador del Estado de la
Ciudad del Vaticano
Vaticano
75
Laurent Monsengwo
Arzbosipo de Kinshasa
Congo
78
Oswald Gracias
Arzobispo de Bombay
India
73
Pietro Parolin
Secretario de Estado
Vaticano
63
Reinhard Marx
Arzobispo de Munich
Alemania
64
Seán O'Malley
Arzobispo de Boston
EEUU
74
Óscar Rodríguez
Arzobispo de Tegucigalpa
Honduras
75

En ese marco, además de Errázuriz darían un paso al costado el cardenal australiano George Pell, de 77 años y que también enfrenta cargos en su país por causas de abusos; y el arzobispo de Kinshasa, Laurent Monsengwo Pasinya, de 78 años. En caso de que se confirmen las salidas de Pell y Pasinya, aparecen como candidatos los cardenales de Tonga, Soane Patita Paini Mafi, y de Madagascar, Desiré Tsarahazana, siempre pensando en que el pontífice mantenga la representación por continente.

El C 9, un "gobierno" plagado de miembros problemáticos
Al inicio del pontificado del Papa Francisco dio la impresión que no le gusta cómo se gobernaba la Iglesia. No es el único, que la reforma de la Curia es una vieja reivindicación de grupos muy variopintos, e incluso enfrentados, dentro de la Iglesia. Pero hasta ahora las estructuras han aguantado bastante bien todos los intentos de remozarla de arriba abajo, quedando todo, la mayor parte de las veces, en retoques o cambios cosméticos sin llegar a un cambio sustancial, al parecer es este el caso.

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A la llegada del Papa llegó Francisco, para algunos el "Papa revolucionario" (como le gusta que le llamen, según el periodista Scalfari) no podía dejar de hacer suya esta ya vieja necesidad de cambio, y a apenas un mes de su aceptación anunció la prometida reforma, incluyendo la revisión la Constitución apostólica Pastor Bonus, de la que se encargaría auxiliado por un consejo privado de carácter permanente formado por nueve cardenales, que inmediatamente recibió el nombre en medios de C 9.

Cinco años después, el resultado del consejo en cuestión, en lo que se refiere a su misión expresa, es nulo. Nada ha cambiado ni hay nada en el horizonte inmediato. Ni siquiera los asuntos presentados como más urgentes en su momento, como poner cierto orden en las finanzas vaticanas, siempre tan proclives al escándalo, se han solucionado o siquiera encarado con algún realismo, los abundantes casos de abusos sexual dentro del clero, inconductas sexuales e incluso de los mas cercanos a la curia vaticana.

Son los íntimos del Papa, sus hombres de confianza, quienes tienen el oído de este pontífice tan dado a bruscos giros de timón, que compatibiliza la insistente llamada a la descentralización, a una "Iglesia sinodal", con órdenes súbitas, inexplicadas e inapelables. Eso es lo que hace tan crucial este órgano consultivo, cumpla o no la misión para la que nació explícitamente, y tan preocupante observar el destino de algunos de sus miembros más conspicuos. Veámoslo:

Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, Arzobispo de Tegucigalpa. Es el coordinador del grupo, es decir, el que manda después del Papa, quien no solo le ha confiado el peso de la reforma curial, sino que es también "su hombre" para su América Latina natal. Decir que Maradiaga está envuelto en escándalos es quedarse cortos. A finales del año 2017 volvía al Vaticano el enviado especial cargado con un informe plagado de testimonios y documentos sobre corrupción financiera, inversiones millonarias desaparecidas y tejemanejes de todo tipo en los mercados de valores que, si llamarían la atención en cualquier arzobispo primado, causan mayor indignación en uno de los países más pobres del mundo, y el que sufre mayor desigualdad económica de Hispanoamérica.

El informe también apuntaba a su "número dos", el obispo auxiliar Juan José Pineda que, además de haber sido acusado de mantener a su amante (un hombre) con los fondos de la diócesis, es objeto de denuncias por abusos sexuales por parte de varios seminaristas. El Papa, una vez se conocieron los cargos, llamó a Maradiaga para decirle que sabía lo que estaba pasando y asegurándole que sabía que nada de todo eso era otra cosa que "calumnias". Lo que, naturalmente, dio carpetazo al asunto en lo que se refiere al Vaticano, aunque el escándalo sigue abierto para los medios de comunicación.

Marcello Semeraro. El obispo de Albano, secretario del C 9, mantiene un perfil bajo y discreto, aunque, hombre considerado ‘progresista’ en círculos eclesiales, fue el encargado de redactar la declaración oficial en los dos sínodos de la familia que prepararon el terreno a Amoris Laetitia. En un libro posterior escrito por Semeraro, "Il sinodo della famiglia raccontato alla mia Chiesa", el obispo concluía que la novedad fundamental del sínodo fue “el paso de la moral de la ley a la moral de la persona”, un tema muy querido por el Santo Padre.

Francisco Javier Errázuriz, Arzobispo Emérito de Santiago de Chile, está en estos momentos en el ojo del huracán por el fiasco con las víctimas de abusos sexuales clericales a niños por el que el Papa tuvo que pedir humildemente perdón después de acusar de "calumniadores" a las víctimas del Padre Karadima. El Papa convocó a Roma a los obispos chilenos, incluido Errázuriz que, si bien dijo inicialmente que no asistiría a la reunión, ha tenido que desdecirse y presentarse (dee ste reunión hasta hoy en día no se han logrado cambios significativos).

Como antiguo presidente de la Conferencia Episcopal de Chile, Errázuriz sería el último responsable del affaire con el destituido obispo Juan Barros, que hizo del último viaje del Papa a Chile su mayor fracaso, al menos a efectos de recibimiento. Chile se vio hace algunos años sacudido por un escándalo de abusos a niños protagonizado por un carismático sacerdote, el Padre Karadima, y el nombramiento por Francisco de uno de sus "protegidos", Monseñor Juan Barros, como obispo de Osorno sentó como un tiro a las víctimas, algunas de las cuales acusan a Mons. Barros de haber asistido pasivamente a los desmanes de Karadima. Con la información oficialmente obtenida de Errázuri, aunque oficiosamente de su amigo y también jesuita Germán Arana, el Papa se negó a creer a las víctimas y rechazó por tres veces la renuncia de Barros.

La actualidad está poniendo a Errázuriz cara de encubridor y si no fuera por la conocida renuencia del Papa que los medios le obliguen a cesar a quien él mismo ha elegido y su probada lealtad hacia sus hombres, diríamos que sería el perfecto chivo expiatorio de todo este desgraciado asunto.

Seán Patrick O’Malley, obispo de Boston. Cuando el Papa Francisco anunció su política de "tolerancia cero" con los abusos sexuales de los clérigos, al mismo tiempo dispuso la creación de una Comisión Pontificia para la Protección de los Menores, de la que hizo presidente a O’Malley. Desgraciadamente, la dicha comisión no ha tenido mucho trabajo desde su creación, y su presidente sí ha tenido en varias ocasiones encontronazo con el Papa Francisco por su causa. Tras declarar el Papa Francisco, a la vuelta de su viaje a Chile, que ninguna víctima se había dirigido a él para contar su versión de la historia, una de ellas apareció en los medios asegurando que había enviado una misiva a la comisión detallando su desafortunado caso (con el ahora destituido obispo Barros como testigo pasivo de los abusos) y que su presidente, O’Malley, le aseguró que se la había hecho llegar al Papa, entregándosela en mano. El Papa negó haberla recibido, y todo quedó aquí. Pero haber insinuado que el Papa miente no debe hacer fáciles las reuniones del C 9 para O’Malley.

Reinhard Marx, Arzobispo de Munich y presidente de la Conferencia Episcopal Alemana. La Iglesia alemana es un verdadero quebradero de cabeza para la iglesia universal, imponiendo como más urgentes y perentorios sus problemas de comunidad rica del progresista primer mundo. La Alemania de Marx es casi el perfecto opuesto de esas "periferias pobres" a las que el Papa Francisco quiere dar especial importancia. Es tanto lo que podemos decir de Marx que tendremos que resumir implacablemente: como presidente de la CEA, es el responsable de toda la escandalosa disputa sobre la intercomunión, fue pieza esencial de los sínodos de la familia que empezaron a insinuar la "moral situacional" en la doctrina, ha alabado a su homónimo Karl como inspirador de la doctrina social de la Iglesia y recientemente declaró que el principal reto que tiene hoy Europa (una Europa en descristianización acelerada) es el Cambio Climático.

Al anunciar la creación del C 9, Francisco presumió de que en él figuraban cardenales de los cinco continentes, lo que nos lleva a sospechar maliciosamente que los dos siguientes de la lista, a saber,

Laurent Monsengwo Pasinya, Arzobispo de Kinshasa (África)

Oswald Gracias, Arzobispo de Bombay (India)

George Pell. Prefecto de la Secretaría de Economía y ex Arzobispo de Sidney. Es difícil considerar a Pell miembro en activo del C 9, aunque el Papa Francisco no ha dado indicaciones de querer cesarlo. Sí está en suspenso, en cambio, como "ministro" de Economía, en cuyo desempeño ven muchos en la Curia el origen de sus desdichas (recordemos que el primer encargo el sacerdote del Opus Dei, Lucio Ángel Vallejo Balda se vio involucrado en inconductas sexuales, despilfarro de dinero y filtración de información). Y es que Pell está acusado de haber cometido hace décadas abusos a niños, y está en pleno juicio por las autoridades australianas. Antes de eso, como responsable de las finanzas vaticanas, denunció malversaciones de cientos de millones de euros que, se le aseguró desde la Secretaría de Estado, eran simplemente cantidades fuera de balance (el escandaloso gasto por el nuevo departamento del anterior secretario de estado del Vaticano, cardenal Tarcisio Bertone).

Pietro Parolin sucedió al Cardenal Tarcisio Bertone al frente de la poderosa Secretaría de Estado del Vaticano. Su papel más criticado ha sido la negociación con el gobierno chino, que implica unas condiciones por parte de Pekín juzgadas inadmisibles por muchos observadores, especialmente por el Obispo Emérito de Hong Kong, Cardenal Zen, que ha acusado a Roma de "traicionar" a los fieles chinos. El acuerdo pasaría por un reconocimiento canónico de la cismática Iglesia Patriótica China, creada por el Partido Comunista en el poder para provocar la división de la Iglesia nacional, e incluye el cese de obispos fieles, que han sufrido persecución y, en algún caso, cárcel y torturas, por sus homólogos cismáticos. El cardenal Parolin ha agravado una postura que para muchos resulta incomprensible pidiendo a los chinos fieles que “no se quejen” y acepten lo que él mismo considera un bien superior, el restablecimiento de la unidad. Que acuse de "quejicas" a quienes arrastran una vida de perpetuo miedo y discriminación por fidelidad a Roma resulta, cuando menos, poco oportuno.

Giuseppe Bertello es el gobernador del Estado de la Ciudad del Vaticano, algo así como el primer ministro de ese diminuto país. Discreto, parece ser el burócrata eficiente dentro de este extraño elenco.

Llama, pues, la atención, de que de un número tan reducido de hombres elegidos a dedo por el mismo supremo pastor de la Iglesia Católica y para responsabilidades tan altas en la Iglesia haya una proporción tan relativamente alta de personajes marcados por el escándalo y la polémica; cosas que al parecer no le importan al Papa Francisco o no es algo para preocuparse, donde queda su discurso de tolerancia cero y de una Iglesia transparente. 

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