Sínodo de Jóvenes o lobby para intereses particulares
“Ha llegado a conocimiento de Crux que se ha preparado y entregado a los miembros del comité de redacción seleccionado la semana pasada (con un cinco miembros elegidos por el sínodo, dos de oficio y tres elegidos por el Papa) una versión preliminar del documento final. Aunque no está claro quién ha escrito esa versión preliminar, la ha presentado al citado comité la oficina del sínodo, encabezada por el cardenal italiano Lorenzo Baldisseri". No es exactamente una absoluta sorpresa, en el sentido de que ha sido un rumor sostenido desde el principio, reforzado por los extraños manejos de los dos sínodos de la familia y por la falsedad en la que sorprendió a Baldisseri cuando dijo que las siglos LGBT se habían incluido en el Instrumentum laboris porque estaban en el documento final del pre-sínodo, lo que cualquiera puede comprobar que no es cierto.
Lo que hace especialmente grave esta sospecha es la nueva constitución apostólica proclamada el pasado 15 de septiembre sin consulta ni preparación previa por el Papa, Episcopalis communio, que otorga a los sínodos nuevos poderes, entre ellos el de considerar magisterio ordinario el documento que salga de los mismo, una vez aprobado por Su Santidad. Todo esto se suma a la absoluta falta de transparencia, que nos impide a los fieles saber exactamente quién ha dicho qué, “para reflejar el espíritu del Sínodo, que es un espíritu de comunión”. Esto ya se intentó antes, pero chocó con la firme protesta del cardenal Gerhard Müller, entonces prefecto para la Doctrina de la Fe, que alegó que el pueblo de Dios tiene derecho a saber qué enseña su obispo. Cualquiera puede advertir que es un recurso peligroso que facilita la manipulación y el intento de forzar un "consenso" del que nadie, individualmente, tenga que hacerse responsable.
Sospechas de manipulación en el Sínodo de los Jóvenes
Por el contrario, el documento será previsiblemente un texto con el mismo lenguaje evasivo y vago que hemos oído en las sucesivas ruedas de prensa, que hará que quienes están dispuestos a no alarmarse por nada reprochen a los recelosos sus sospechas. “¿Veis? No se dice nada que cambie la doctrina, alarmistas”. Y, efectivamente, no habrá cambios doctrinales, solo "pastorales". "Pastoral" es la palabra clave en la Iglesia desde el propio Concilio Vaticano II, que se definió como un concilio pastoral y no dogmático, el primero de la historia. Pero, al final, "pastoral" significa ‘en la práctica’. Lo ‘pastoral’ es, por ejemplo, lo que ha hecho que las clarísimas disposiciones de la Humanae Vitae se ignoren sistemáticamente por casi todo el clero occidental. Y, a la larga, la experiencia demuestra que lo que los obispos y los sacerdotes no predican, acaba no existiendo para el fiel laico medio.
¿El sínodo de la homosexualidad?
Lo que por ahora ha salido del Sínodo de los Jóvenes que tiene lugar en Roma es un cúmulo de frases hechas copiadas al pensamiento progresista mundano y la sospecha de que se trata de "normalizar" las relaciones homosexuales por la vía "pastoral". Lo único que importa es salvarse. Todo lo demás, por importante que nos parezca, es secundario, pasajero, y debe estar ordenado a ese fin absolutamente crucial: la familia, la patria, el trabajo, la civilización o el propio planeta. Todo eso pasará algún día; el ser humano, en cambio, es coeterno, y su destino será una eternidad en el Cielo o en el Infierno.
Siguen los cuestionamientos sobre el desarrollo del Sínodo de los Jóvenes
Y para eso está la Iglesia; para eso están concilios y encíclicas, el Papa y toda la jerarquía. Todo su mensaje se encierra en la Buena Noticia de que Dios se ha hecho hombre para salvarnos del pecado con Su Pasión y Muerte. Todo el novedoso vocabulario actual tiene sentido sólo si nos acerca a la salvación eterna; si el "acompañamiento" nos acompaña hacia Cristo, si el "discernimiento" nos sirve para evitar el pecado, si la ‘apertura’ es una apertura a la Gracia. Si no hay pecado, la Redención no tiene sentido; sin Redención, no se necesita un Redentor. Sin el anuncio del Redentor, la Iglesia sería un club social, una gigantesca ONG redundante.
Teniendo esto en mente, habría que comparar estos dos textos, absolutamente actuales: “No se trata de ajustar las cuentas o de una cuestión de carreras eclesiásticas. No es una cuestión de política. No es una cuestión de cómo los historiadores de la Iglesia puedan valorar este o ese papado. ¡Estamos hablando de almas! La salvación eterna de muchas almas ha sido puesta en peligro; y siguen estando en peligro”. Y este: “Creo que el Documento Final del Sínodo debería hablar a todos los jóvenes. Incluso los jóvenes homosexuales, por tanto, deben sentirse incluidos en lo que propondremos con el documento sinodal”.
El primero es un párrafo de la última carta del arzobispo Carlo María Viganó; el segundo, unas declaraciones sobre el actual sínodo del cardenal Blase Cupich, arzobispo de Chicago. Naturalmente, nada impide que monseñor Viganó sea un villano hipócrita, o que el cardenal Cupich crea de buena fe que existe un grupo de católicos definido por sus tentaciones sexuales que requieren una especialísima dedicación pastoral para salvar sus almas. Pero el primero "suena" católico y el segundo, no. Sobre eso gira toda nuestra posible alarma, en eso, y solo en eso, se basa cualquier recelo sobre los mensajes de renovación.
Un Sínodo libre de manipulaciones???
Es inevitable sospechar, no sin abundantes indicios que se han ido acumulando desde hace ya meses, que la jerarquía eclesiástica tiene un grave problema de infiltración homosexual, y que de esta reunión salga algo parecido a una "normalización" de las relaciones homosexuales. Sin tocar la doctrina, naturalmente, que es inalterable, sino mediante ese "cajón de sastre" para los cambios prácticos en que se ha convertido la "acción pastoral". Lo hemos visto en los dos sínodos de la familia y su corolario, la exhortación Amoris Laetitia, con respecto a las segundas nupcias cuando el primer cónyuge sigue vivo o, como se ha llamado siempre, el adulterio. El lenguaje es lo bastante ambiguo como para que pueda sostenerse que su Capítulo VIII no contradice la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio, la Sagrada Eucaristía o la objetividad del mal moral. Pero la aplicación ‘pastoral’ de esa exhortación, la explícitamente preferida por Su Santidad, lleva, como muy poco, a la confusión de los fieles en este sentido y a un debilitamiento de hecho de esos tres conceptos esenciales.
De igual modo, hay la seguridad de que en el documento final del presente sínodo no va a bendecir la sodomía ni declarar que las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo son moralmente buenas. No pueden hacerlo. Pero sí pueden aprobarla indirectamente mediante la "acción pastoral".En realidad es ya práctica corriente, como pueden testificar abundantemente autores católicos que luchan contra esa particular tentación (Joseph Sciambra, Daniel Mattson), o los feligreses de Nuestra Señora de Madrid. Los "apóstoles" que buscan "construir puentes" con el mundo LGTBI son, por lo que podemos comprobar, muy reacios a hablar de pecado, de arrepentimiento, de castidad.
Si la preocupación por los LGTBI es la preocupación por sus almas, por su salvación eterna, entonces esa pastoral específica será similar a un apostolado con pandilleros de barrio, a quienes lo primero que hay que decirles es que deben abandonar su modo de vida. No parece que vayan por ahí los tiros. En la "relatio" del sínodo de la familia se leía: “Los homosexuales tienen dones y cualidades que ofrecer a la comunidad cristiana”. La pregunta obvia es: ¿cómo cuales? Los homosexuales concretos, seguramente, como cualquier persona, pero, ¿qué dones, qué cualidades específicas, propias, exclusivas, puede ofrecer a la Iglesia la atracción por las personas del mismo sexo?
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