En la rueda de prensa realizada el día de ayer sobre el Sínodo de los Jóvenes (dicho sea de paso la presencia de los jóvenes es casi nula), muy pocos periodistas quieren hablar del sínodo. T
odos prefieren tratar de la crisis de los abusos en la Iglesia, para desesperación de su Oficina de Prensa. A Greg Burke (portavoz del Vaticano y numerario del Opus Dei) se lo llevaban los diablos, es un modo de hablar, en la rueda de prensa de la pasada sesión del sínodo en curso. El director de la Oficina de Prensa y
Portavoz de la Santa Sede dejó traslucir su desesperación ante tantas preguntas de los periodistas sobre la crisis de los abusos en la Iglesia, y tan poca sobre el sínodo en sí.
Greg Burke (miembro del Opus Dei y portavoz del Vaticano)
Greg Burke es periodista, debería entenderlo:
al mundo en general, el sínodo le importa muy poco la situación actual de la Iglesia. Incluso los consumidores de prensa católica están en buena medida resignados a que lo que salga de esta reunión de pastores sea lo que ya se ha metido, una serie de medidas que avancen el desarrollo de ese mismo "espíritu del Concilio" que dejó la Iglesia como un solar, al menos en el aspecto cuantitativo y medible. Y es que todo es difícil de creer en este sínodo, empezando por la oportunidad y terminando por el nombre. Lo de la oportunidad, lo han dicho muchos como el
Arzobispo de Filadelfia, Charles Chaput: en el momento que vive la Iglesia, los obispos no tienen credibilidad alguna. Primero habría que aclarar un poco todo el asunto del encubrimiento de abusos y luego, si conviene se continúa con este proyecto. El Vaticano ha respondido al aguacero de críticas con un comunicado en el que se pretende que se va a investigar el asunto del ex-cardenal McCarrick seriamente, a fondo y hasta el final. Algo difícil de creer cuando el Papa Francisco no sólo no ha desmentido las acusaciones de Viganó sino que se ha pasado días y días arremetiendo contra los que denuncian encubrimiento, a quienes llama o quizá refiriéndose solo a Monseñor Viganó (para algunos el Gran Acusador e identificándolo con Satanás). No es exactamente el mensaje idóneo para que confiemos en una investigación imparcial y completa.
El portavoz del Vaticano ha demostrado tener poca paciencia frente a las preguntas incómodas
Y, sin embargo, eso es exactamente lo que ha pedido en esa misma rueda de prensa el obispo maltés Monseñor Charles Scicluna (enviado por el Papa Francisco a varios países en problemas y escándalos de índole sexual):
"confiemos en Francisco, que le demos tiempo. Bueno, es el Papa y tenemos que amarle, obedecerle y respetarle", pero la confianza es otra cosa, es algo que se gana, y no parece que sea el caso cuando han pasado 72 días desde que se destapara el escándalo McCarrick y McCarrick sigue siendo arzobispo emérito; 55 desde el demoledor informe del gran jurado de Pensilvania sobre encubrimiento de abusos en el que el Cardenal Donald Wuerl aparece citado casi doscientas veces y Wuerl sigue siendo arzobispo de Washington; y 47 días de la publicación del testimonio de Viganó y el Papa sigue sin desmentirlo". Eso sí, lo desmienten sus defensores, como el
Cardenal Ouellet, justo después de reunirse con el Papa Francisco. Borren eso: no lo desmiente, lo critica y, como mucho, lo matiza. En otros sentidos, lo confirma. Monseñor Scicluna también ha dicho que esta crisis
“va a hacernos a todos muy, muy humildes, no hay otro camino a la humildad sino a través de la humillación”, al tiempo que recuerda que hay muchos
“santos sacerdotes que no dan titulares”. Solo faltaba, reconocer que estos buenos sacerdotes ni la misma Iglesia les reconoce sus acciones; pero a los delincuentes los protegen, los encubren y los ascienden en su carrera eclesiástica.
Mons. Scicluna presente en la conferencia de prensa
Y en cuanto al nombre de este sínodo, es completamente absurdo. Ya hemos dicho que “los jóvenes” no existen, no son una categoría ontológica ni un colectivo estable. No tienen otras características especiales que las que han tenido en cualquier época (sin que hayan necesitado una atención pastoral anómala) o las que afectan a todos los que vivimos ahora. Pero si aún los jóvenes católicos de verdad fueran el centro genuino de este sínodo, aún se podría hacer algo. Pero por lo que nos llega de las sesiones y por el dantesco pre-sínodo, los jóvenes de hoy quedan en meros figurantes y los verdaderos protagonistas son los jóvenes de hace medio siglo. Es decir, los que están reunidos en Roma en unas sesiones secretas de las que se nos informa lo que les da la gana.
Para algunos críticos de toda esta situación de la Iglesia este sínodo tiene toda la pinta, en fin, de ser una forma de retomar el "espíritu del concilio" que Juan Pablo II y, sobre todo, Benedicto XVI, lograron contener un tanto en sus efectos más catastróficos. Oímos mucho lenguaje ONG, mucho sociologismo trasnochado, mucho psicologismo desprestigiado, alguna mención de pasada a Jesús y ninguna mención a realidades sobrenaturales.
Vale la pena, en este sentido, ver un vídeo de una alocución "espontánea" del Papa a un grupo de jóvenes. El clérigo que le acompaña pide al Santo Padre que dé a los jóvenes algunas palabras de consuelo y esperanza a los jóvenes que han ido a verles, y el Papa Francisco repite "slogans" de esos que él mismo dice que no tienen nada que ver con la fe, sobre que ellos son el futuro, sobre sus ‘sueños’ (¿cuándo la Iglesia se ha ocupado de los sueños?), sobre cambiar el mundo y todo lo que ya les será sobradamente familiar. Y ni una sola referencia a Cristo, al alma, al Evangelio o a realidad sobrenatural alguno. Nada de lo que les dice lo dejaría de firmar cualquier representante de la ONU, de una ONG o de un partido político.
Sínodo o cálculo para apañar los problemas de la Iglesia???
Preguntado cómo atraer a los jóvenes, Monseñor Scicluna responde que
“la mayoría de los jóvenes no tienen interés en la Iglesia, tenemos que ponernos en contacto con ellos”, y añade que
“tenemos que centrarnos en Jesús” y no en la Iglesia. Yo tenía entendido que era la Iglesia la que nos presenta a Cristo, Su Cuerpo Místico, Su Esposa. Y añade que los jóvenes deben
“querer ser parte de Su familia, no de los santos, sino de los pecadores; uníos al club”. El club de los pecadores, para ser sinceros, no necesita una gran propaganda, pero ellos sabrán. Son nuestros pastores, ¿no?
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