Ex-cardenal McCarrick dolor de cabeza del Papa Francisco
A pesar de todas acciones aún hay preguntas, como la del ascenso y caída del ex-cardenal McCarrick en la Iglesia. Inusual para Roma, estas preguntas se hacen y se responden en público por los conocedores de este problema pero muy pocas respuestas claras por parte del Vaticano. El seguimiento de los hechos sobre el caso McCarrick y su impacto en otros líderes de la Iglesia se ha convertido en una tarea habitual de los periodistas católicos. Lo que sigue es una actualización para conocer cómo están las cosas. El fin de semana pasado, el cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos del Vaticano, publicó una carta. Se dice que en su oficina están depositados los archivos que detallan quién sabe qué y cuándo sobre McCarrick. La inesperada intervención del cardenal Ouellet fue una respuesta a la carta abierta más reciente del ex-nuncio apostólico, el arzobispo Carlo María Viganó, quien ha puesto (para bien o para mal) gran parte de la presión en curso sobre la jerarquía, para aclarar el manejo del caso McCarrick.
Luego de mucho tiempo al anuncio de una acusación creíble contra McCarrick en junio de este año y su posterior expulsión del colegio cardenalicio, las preguntas sobre el arzobispo eran urgentes pero prácticamente retóricas; no estaba claro quién sería el responsable de responderlas (cómo podría este sacerdote con tantas denuncias a lo largo de su carrera haber llegado hasta la dignidad de cardenal, es una de las preguntas más frecuentes). Eso cambió con la publicación por parte de monseñor Viganó, el 25 de agosto, de un “testimonio” que afirmaba que las autoridades de la Santa Sede conocían la conducta de McCarrick desde hacía años, durante este pontificado y los dos que le precedieron.
Para muchos monseñor Viganó representa a la derecha conservadora de la Iglesia
Como parte de ese “testimonio”, monseñor Viganó solicitó al Papa Francisco que renunciara, y esa llamada ha adornado casi todo compromiso con la sustancia de su narrativa. Ha demostrado ser un arma de doble filo, tanto para él como para aquellos que se ocupan exclusivamente de investigar las formas en que McCarrick pudo escapar de la detención y el castigo durante tanto tiempo. Por un lado, al poner al menos una parte de la responsabilidad de McCarrick a los pies del Papa Francisco, monseñor Viganó se ha asegurado de que el interés público y el escrutinio del caso hayan perdurado, incluso después de que McCarrick fuera obligado a una vida de oración y penitencia en un monasterio franciscano. Por otro lado, al atacar al Papa Francisco tan abierta y directamente, monseñor Viganó ha ido más allá de lo debido, según opinan muchas figuras de la jerarquía y casi todos en la curia, que han salido al frente en una férrea defensa al Papa Francisco no sabemos si es por descargar responsabilidades o por que creer en el romano pontífice. Como resultado, Roma ha considerado sus afirmaciones principalmente como un desafío a la autoridad papal, y sólo de manera secundaria como una revelación sobre el escándalo McCarrick, tal vez para no afrontar el verdadero problema de fondo.
Fue en este sentido que el cardenal canadiense Ouellet respondió a la última carta de Viganó. Sin embargo, la carta del cardenal del 7 de octubre a Viganó realmente aclara qué sabía la Iglesia sobre McCarrick y cómo respondió. También parece justificar, al menos parcialmente, algunas de las afirmaciones de monseñor Viganó. Los aspectos más incendiarios de las acusaciones de monseñor Viganó se refieren a lo que, según él, sucedió después de que McCarrick se retirara como arzobispo de Washington en 2006. En su carta del 25 de agosto, monseñor Viganó dijo que el Papa Benedicto XVI impuso en 2009 o 2010 “sanciones” canónicas a McCarrick. Como parte de estas supuestas “sanciones”, McCarrick recibió las siguientes instrucciones: “tenía que irse del seminario en el que vivía, se le prohibía celebrar en público, participar en reuniones públicas, dar conferencias, viajar, con la obligación de dedicarse a una vida de oración y penitencia”.
El alcance y la formalidad con que se impusieron estas “sanciones” se han convertido en una línea de investigación crucial: primero, porque la imposición de sanciones formales indicaría la gravedad de lo que el Vaticano sabía sobre McCarrick en ese momento; y segundo, porque en la medida en que se aplicaron -o no- podría indicar, en todo caso, una tolerancia implícita al comportamiento de McCarrick, o incluso su rehabilitación (que en estos casos es nula). La posibilidad de que McCarrick fuera censurado y luego restaurado a una posición de influencia por el Papa Francisco es la acusación central y más dramática hecha por monseñor Viganò. El arzobispo ha insistido en que el Papa Francisco asuma la responsabilidad inmediata y personal por haber encubierto o encumbrado a McCarrick, a pesar del conocimiento de su comportamiento depredador en el pasado.
A simple vista, pareció que el cardenal Ouellet rebatía a monseñor Viganó diciendo que no se habían impuesto “sanciones” a McCarrick. Escribió que es “falso” presentar las medidas tomadas contra McCarrick como “’sanciones’ formalmente impuestas por el Papa Benedicto XVI y luego invalidadas por el Papa Francisco”. Ouellet dijo que al buscar en los archivos de la Congregación para los Obispos no encontró “documentos firmados por ambos papas en este sentido”. El cardenal se centró en negar que el Papa Benedicto XVI impusiera formalmente las sanciones (que son penas canónicas) y que el Papa Francisco levantara dichas sanciones. Pero al hacerlo, confirmó que se hizo algo con respecto a McCarrick, y mucho antes de lo que había confirmado previamente el Vaticano.
la duda persiste, el Papa Francisco conocía la situación de McCarrick
En su carta a monseñor Viganó, el cardenal Ouellet escribió que “las instrucciones escritas que le dio a usted la Congregación para los Obispos al comienzo de su misión (en Washington) en 2011 no decían nada sobre McCarrick, excepto por lo que le mencioné verbalmente sobre su situación como obispo emérito y ciertas condiciones y restricciones que tenía que seguir a causa de algunos rumores sobre su conducta pasada”. Con esta frase el cardenal Ouellet confirmó que Roma había impuesto algunas “condiciones y restricciones” a McCarrick, que la Congregación para los Obispos le había comunicado verbalmente y por escrito todo esto a Viganó antes de su llegada a Washington D.C., y que estas estaban vinculadas a alegaciones (llamadas “rumores") sobre su conducta pasada. No son detalles menores. La carta de Ouellet, oficialmente publicada por el Vaticano, esencialmente confirmó tres “cosas” muy importantes: que durante el retiro de McCarrick, Roma sabía “algo” sobre las acusaciones en su contra, que hizo “algo” al respecto y que le dijo “algo” a Viganò para prepararlo antes de su llegada a Washington. Ouellet también escribió que las “condiciones y restricciones” le fueron comunicadas a McCarrick a través de “cartas de mi predecesor y mis propias cartas … primero a través del Nuncio Apostólico Pietro Sambi y luego a través de (Viganó)”.
Cardenal Ouellet, defensor del Papa Francisco en las denuncias de Mons. Viganó
Aún así, la carta del cardenal Ouellet dejó claro que se obligó a McCarrick a llevar una vida de oración y penitencia. Si bien dijo que esto no habría sido una sanción canónica, bien podría haber sido un precepto (una obligación canónicamente vinculante para hacer o no hacer algo específico. Podría haber sido incluso un tipo de exhortación menos formal. La forma de las instrucciones dadas a McCarrick aún no está clara, y la carta de Ouellet no lo aclara). Sin embargo, el juicio del cardenal Ouellet da alguna indicación sobre lo que los funcionarios del Vaticano podrían haber creído como cierto sobre el arzobispo, aun cuando carecían de pruebas probatorias.
El cardenal Ouellet ha escrito que a McCarrick se le instó a “llevar una vida de oración y penitencia, por su propio bien y por el bien de la Iglesia” y expulsado por el Papa Francisco del colegio cardenalicio. Uno no insta a la penitencia a alguien que no cree culpable de algo. De manera similar, señalar que la salida de McCarrick de la vida pública fue “por el bien de la Iglesia” indica que había una preocupación sobre su comportamiento, que podría provocar, como eventualmente hizo, un escándalo grave. Si bien la disputa pública sobre si las “condiciones y restricciones” de McCarrick se impusieron de manera informal o por medio de un precepto puede ser una nimia objeción legal, la diferencia es importante: la forma en que el Papa Benedicto XVI manejó el caso McCarrick ayuda a explicar la supuesta gestión de Francisco del caso.
En pocas palabras, monseñor Viganó afirma que el Papa Francisco devolvió a la prominencia a un hombre sometido a penas graves y formales. La explicación del cardenal Ouellet lo rebate. Claramente, McCarrick fue objeto de restricciones durante su retiro y tanto Viganó como el cardenal Ouellet lo sabían. Pero como la forma de esas restricciones no está clara, todavía es imposible saber qué sabía realmente el Papa Francisco sobre McCarrick y cómo respondió a dicha información. Además, el cardenal Ouellet ha sugerido que McCarrick no se convirtió, tal como afirma monseñor Viganó en su testimonio, en el asesor cercano al Papa Francisco; y ha señalado que Francisco, Benedicto XVI y Juan Pablo II tomaron decisiones sobre McCarrick con la información que tenían disponible en esos momentos. Ninguna de esas decisiones, señaló, son infalibles.
Si McCarrick se convirtió realmente en un asesor cercano al Papa Francisco es una pregunta que, tal vez, sólo uno de ellos pueda responder. La carta del cardenal Ouellet podría plantear nuevas preguntas para el cardenal Donald Wuerl. La confirmación de que las “condiciones y restricciones” fueron comunicadas a McCarrick por dos nuncios apostólicos cuestionan la verosimilitud de la afirmación de Wuerl de haber quedado totalmente fuera del circuito, sobre todo porque es una práctica habitual de la Santa Sede informar al obispo local acerca de las preocupaciones o medidas tomadas contra un clérigo que vive en su diócesis, especialmente en los casos en que existe el riesgo de escándalo público.
Cuando publicó su “testimonio” el 25 de agosto, monseñor Viganó dijo que estaba hablando porque quería aclarar su conciencia y ayudar a esclarecer cómo un hombre como McCarrick había ascendido a una posición tan alta en la Iglesia. Debido a que enfocó sus críticas en el Papa Francisco y pidió su renuncia, muchos sugieren que Viganó se ha convertido en la mayor distracción en el asunto McCarrick. Sus intervenciones posteriores y las respuestas del Vaticano parecen estar generando más calor que luz, pero de hecho se está arrojando algo de luz sobre todo este asunto.
Queda por ver cuánto se sabrá realmente sobre el caso McCarrick. Pero si la carta del cardenal Ouellet y los detalles que confirma son una señal de lo que está por venir, aún puede haber más revelaciones significativas. Por ahora, cualquiera que sea el conflicto público de monseñor Viganó con el Papa Francisco, parece ser el único motor que impulsa la transparencia en el Vaticano.
“¿Cómo puede usted celebrar la misa”, la pregunta, enfadado, el cardenal Ouellet al arzobispo Viganó, “y mencionar el nombre del Papa en la oración eucarística?”.Excelente pregunta, que nos obliga a preguntarnos si alguna vez, cuando rezamos por nuestros pastores, estábamos rindiendo homenaje a su rectitud y decencia. Pensemos en los fieles cuyos sacerdotes en los últimos, digamos, treinta años, les han invitado a rezar por nuestro Papa Juan Pablo II o nuestro Papa Benedicto…
- “… y por nuestro obispo Rembert”, que utilizó 450.000 dólares de las contribuciones de su grey para comprar el silencio de su pareja homosexual.
- “… y por nuestro obispo Lawrence”, que estranguló a un prostituto mientras le hacía una felación.
- “… y por nuestro obispo Thomas”, que atropelló a un transeúnte con su coche, un Buick, y huyó dejándolo moribundo.
- “… y por nuestro obispo Patrick”, que le dio un celular moderno a su amorcito (su joven amante homosexual pasivo) para poder llamarle cuando quería tener sexo con él.
- “… y por nuestro obispo Theodore”, que se acostó con sacerdotes y seminaristas y toqueteaba a los niños.
- “… y por nuestro obispo Robert”, que le dio treinta millones de dólares en contratos de construcción no licitados a un atleta de triatlón, su “amigo especial”, y que pagó otros cien mil dólares a un insatisfecho compañero de habitación.
- “… y por nuestro obispo Donald”, que apareció en un hospital molido a golpes y que declaró haberse caído por la escaleras.
- “… y por nuestro obispo Daniel”, que se peleó a gritos con un joven prostituto en la entrada de su casa.
- “… y por nuestro obispo Joseph”, que tuiteó “buenas noches, cariño”, a un amiguito y luego declaró que el tuit era para su hermana.
- “… y por nuestro obispo Lino”, que le gusta la plata, los lujos y las propiedades, que tolera a sacerdotes confesos homosexuales, con hijos y con amantes.
- “… y por nuestro obispo Salvador”, que defiende a un sacerdote abusador de menores, su auxiliar también fue acusado y él no sabe nada.
- “… y por nuestro obispo José”, que amenaza de muerte a los sacerdotes que no están de acuerdo con él, que le gusta el dinero y es amigo de la mafia .
- “… y por nuestro obispo José”, que amenaza de muerte a los sacerdotes que no están de acuerdo con él, que le gusta el dinero y es amigo de la mafia .
Ahora que usted lo menciona, Eminencia, “por nuestro Papa Francisco”, encaja en la lista casi perfectamente.
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