Papa Francisco junto al cardenal Kasper y el difunto cardenal Danneels
Es curioso que el cardenal Danneels representara dos de las tendencias informativas que han caracterizado a la Iglesia en los últimos años. Cabeza de la Iglesia belga, fue el único cardenal europeo en verse directamente implicado en el encubrimiento de abusos sexuales clericales a menores. El cardenal Danneels trató de ocultar el caso de pederastia del ex-obispo de Brujas Roger Vangheluwe. La prensa belga publicó el contenido de las grabaciones que les facilitó la víctima, que fue quien las hizo durante una reunión mantenida este año con Danneels, que habría tratado de convencerle para mantener el asunto en secreto.
Muere el Cardenal Danneels, de la “mafia de San Galo”
Eso no impidió que el cardenal siguiera siendo una potencia en la otra tendencia, de mayor alcance, de la Iglesia de las últimas décadas: la renovación doctrinal. Eso es lo que le convirtió en líder de hecho del grupo reunido por Martini y en su heredero espiritual, lo que explica que acompañara al Papa Francisco en la "loggia" de San Pedro en su primera aparición ante los fieles del mundo entero.
Su Santidad, el Papa Francisco ha transmitido al actual primado de la Iglesia belga, cardenal Jozef De Kesel, sus condolencias por la muerte del cardenal Danneels en una emotiva carta en la que recuerda la “dedicación” con la que el finado había servido a la Iglesia, tanto la nacional como la universal.
Su "dedicación", si la tuvo, no se vio sonreída por el éxito, al menos en la historia que cuentan los fríos datos numéricos. En 1981, los católicos representaban una holgada mayoría en Bélgica, un 72%; en 2009 apenas rozaban la mitad de la población; la asistencia a la misa dominical en Bélgica, ya muy ‘tocada’ en las postrimerías del concilio, aún era del 69% en 1979, mientras que en 2009, con un 5,4%, puede decirse que representa más una despreciable excepción que una minoría.
Pero hay otro aspecto en la muerte del cardenal Danneels potencialmente más interesante aún que su cuestionable historial personal: tras su defunción, ya solo queda Walter Kasper del grupo duro de cardenales que presionaron para que fuera elegido Papa el entonces cardenal Bergoglio.
El Grupo de San Galo, sin embargo, es apenas un detalle comparado con lo que representa, toda una generación de clérigos llegados a lo más alto en la jerarquía eclesiástica y educados en una teología (una metodología teológica, incluso) que se apartaba radicalmente de la que se ha desarrollado tradicionalmente en la Iglesia.
Son los curas de Mayo del 68, la Juventud Dorada que venía a arramblar con todas las estructuras y a encontrar la playa bajo los adoquines y que, en el campo eclesial, traían una agenda radical identificada con la izquierda progresista, decidida no tanto a "abrirse al mundo" como a calcar sus fórmulas más "avanzadas". Y ahora ocupan los puestos más altos en la Iglesia.
La inercia y, suponemos, la acción del Espíritu Santo, les ha impedido hasta ahora volcar en encíclicas, códigos y documentos doctrinales esa doctrina en su plenitud, aunque en líneas generales han llevado la voz cantante dentro de la Iglesia todos estos años, y ahora ven en el pontificado del Papa Francisco, "uno de los suyos", el “ahora o nunca”, su oportunidad.
Obviando la fe, desde un punto de vista meramente humano y estratégico, el problema es este: la primavera no ha hecho florecer las conversiones ni las vocaciones, sino que las ha agostado en un desastre que, de tratarse de un sector económico y no de una fe, se estudiaría en las escuelas de negocios como caso del perfecto fracaso.
La paradoja de esta jerarquía modernista (sería más justo decir, de la élite modernista de una jerarquía adocenada) es que sus "tropas", los fieles, a medida que crece la descristianización y la estampida, son cada vez en mayor proporción cristianos ortodoxos que se aferran a la doctrina perenne de la Iglesia. Y los líderes de la "alegre" primavera, los que aún hablan con incomprensible optimismo de un brillante futuro aplicando directrices que han provocado un desolador presente, están muriendo. Es ley de vida.
Su Santidad, el Papa Francisco ha transmitido al actual primado de la Iglesia belga, cardenal Jozef De Kesel, sus condolencias por la muerte del cardenal Danneels en una emotiva carta en la que recuerda la “dedicación” con la que el finado había servido a la Iglesia, tanto la nacional como la universal.
Su "dedicación", si la tuvo, no se vio sonreída por el éxito, al menos en la historia que cuentan los fríos datos numéricos. En 1981, los católicos representaban una holgada mayoría en Bélgica, un 72%; en 2009 apenas rozaban la mitad de la población; la asistencia a la misa dominical en Bélgica, ya muy ‘tocada’ en las postrimerías del concilio, aún era del 69% en 1979, mientras que en 2009, con un 5,4%, puede decirse que representa más una despreciable excepción que una minoría.
El extinto cardenal no fue muy pastoral
El Grupo de San Galo, sin embargo, es apenas un detalle comparado con lo que representa, toda una generación de clérigos llegados a lo más alto en la jerarquía eclesiástica y educados en una teología (una metodología teológica, incluso) que se apartaba radicalmente de la que se ha desarrollado tradicionalmente en la Iglesia.
Son los curas de Mayo del 68, la Juventud Dorada que venía a arramblar con todas las estructuras y a encontrar la playa bajo los adoquines y que, en el campo eclesial, traían una agenda radical identificada con la izquierda progresista, decidida no tanto a "abrirse al mundo" como a calcar sus fórmulas más "avanzadas". Y ahora ocupan los puestos más altos en la Iglesia.
La inercia y, suponemos, la acción del Espíritu Santo, les ha impedido hasta ahora volcar en encíclicas, códigos y documentos doctrinales esa doctrina en su plenitud, aunque en líneas generales han llevado la voz cantante dentro de la Iglesia todos estos años, y ahora ven en el pontificado del Papa Francisco, "uno de los suyos", el “ahora o nunca”, su oportunidad.
Cardenal Kasper
La paradoja de esta jerarquía modernista (sería más justo decir, de la élite modernista de una jerarquía adocenada) es que sus "tropas", los fieles, a medida que crece la descristianización y la estampida, son cada vez en mayor proporción cristianos ortodoxos que se aferran a la doctrina perenne de la Iglesia. Y los líderes de la "alegre" primavera, los que aún hablan con incomprensible optimismo de un brillante futuro aplicando directrices que han provocado un desolador presente, están muriendo. Es ley de vida.
Cardenal Kasper muy cercano al Papa Francisco
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