Un salida muy esperada por muchos
El estigma de Karadima
En los inicios, su llegada al arzobispado estuvo tempranamente marcada por el estallido de los delitos sexuales y de abuso de conciencia cometidos por el ex sacerdote Fernando Karadima. Aquel caso, unido a la perseverante y valiente actitud de las víctimas, favoreció la instalación en Chile de una conciencia ciudadana solidaria con las víctimas y rigurosa con los victimarios, con lo que estos delitos han llegado a tener la más alta sanción moral y repudio público.
Karadima fue encubierto por el cardenal Ezzati
"Escoria de la Iglesia universal"
No en vano, la imagen internacional de la Iglesia chilena ha quedado indebidamente graficada como la escoria de la Iglesia universal, en cuya configuración, además de la densidad y frecuencia de los escándalos, está la visibilidad mundial que adquirió Chile con la bochornosa visita del Papa, que dejó en evidencia el error de defender a un obispo impuesto. La conjunción de estos hechos, provocó una audaz enmienda el Papa, que derivó en la virtual intervención pontificia de toda la Conferencia Episcopal chilena, provocando un descalabro sin precedentes, con el consiguiente escarmiento público.
En el último año, los destinos de la Iglesia chilena cruzaron el umbral de la desolación, generando una estampida de fieles y de indignación social implacable. En este conjunto de hechos, la suerte de la Iglesia chilena parecía quedar unida indisolublemente a los destinos del cardenal Ezzati.
Sin embargo, la salida del cardenal Ezzati del arzobispado de Santiago (que debió producirse hace dos años) fue retrasada peligrosamente por la desconfianza ciudadana que invadió a todo el episcopado chileno, con lo cual el cardenal Ezzati debió postergar su retiro, asumiendo todas las calamidades de la Iglesia chilena, más allá de las culpas y negligencias propias. No cabe duda, que en Roma debe haber especial gratitud por este último servicio prestado por el cardenal.
Una de las figuras religiosas más devaluadas en el país
Se cierra un capítulo doloroso
Así, con la salida del cardenal Ezzati, se cierra un capítulo doloroso y complejo de la historia de la Iglesia chilena, donde la verdad podría tener más ribetes que los conocidos hasta hoy.
Ahora, con la llegada de Mons. Celestino Aós Braco, O.F.M. Cap., a la Iglesia de Santiago, la esperanza resurge, como anticipo del final de una extensa cuaresma, donde la alegría acompaña la noticia de su nombramiento como Administrador Apostólico. La cantidad de reacciones que llenan la prensa y las redes sociales, delatan sutilmente que la suerte de la Iglesia importa, que sus caídas y vergüenzas, así como la penitencia pontificia impuesta a la jerarquía de la Iglesia chilena, golpeó también al Pueblo de Dios que, abatido, hoy parece despertar de una larga pesadilla. Aparecen entonces, indicios de una contrición largamente incubada en el espíritu de los cristianos de los confines del mundo.
Nuevas esperanzas para las víctimas de Abuso
Reconstruir desde las cenizas
Pero no hay que hacerse ilusiones baratas, la Iglesia de Santiago, junto a la Iglesia chilena debe ser reconstruida, desde las cenizas que dejan un extenso tiempo penitencial. De hecho, las desconfianzas han llegado a ser necesarias, por lo que la tarea de don Celestino será ardua, donde el sustrato de su encargo pastoral tendrá que ser diferente al de esos círculos de incondicionalidad que han rodeado, casi desde siempre, a los obispos chilenos. Mons. Celestino tendrá mucho que escuchar, tendrá que tejer vínculos de mutua colaboración con el laicado, donde las frustraciones han alejados a sus mejores contingentes.
Mons. Aós promete atender a víctimas de abusos
En Santiago, como en Chile, hay muchas heridas que sanar, intensas esperanzas e impaciencias que atender, fieles menos incondicionales, un clero abatido y una vida religiosa golpeada por el abandono. Y afuera de los templos enormes contingentes humanos que ansían el Evangelio de la misericordia y de las bienaventuranzas. Así también, en Santiago, como en Chile, está ese servicio silencioso de la Iglesia que llega abundante a los más variados ambientes sociales, donde la Iglesia no ha dejado de servir, pese a tanto escándalo. Ésa también será tarea de don Celestino y de todos, porque es hora de visibilizar que mucho bien hace la Iglesia, precisamente ahí donde hay más necesidad.
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