Un hombre escucha la sentencia del "caso Pell"
Esta víctima, conocida públicamente solo como "víctima J", debería estar contento. Su agresor ahora está entre rejas, lejos de los lujos que conoció en sus tiempos de arzobispo de Melbourne o de Sídney o de Prefecto para la Economía de la Santa Sede. Agradece "que el tribunal haya reconocido lo que se me infligió cuando era niño", pero se nota que le duelen los "muchos comentarios públicos que critican mi evidencia". Le duelen, pero consuela saber que las críticas no le hacen dudar de sí mismo. "Solo el juez, el jurado, Pell y los equipos legales han escuchado mis pruebas", recuerda.
Todavía le afecta a la víctima J la experiencia de haber sido interrogado sin piedad por el abogado del cardenal Pell (quien en su momento manifestó que hubo penetración consentida) . No obstante, mantiene la cabeza bien alta. "Un jurado ha aceptado por unanimidad la verdad de mi declaración", recuerda, consolándose en el hecho de que mostró más valentía que su abusador, que se negó a declarar a ser interrogado. Por eso le reconforta a él (y debería reconfortarnos a todos) que la víctima J sepa y proclame que "yo he hecho lo que estuvo en mi mano lo mejor que pude".
La verdad es que sí, que la víctima J y gente como él están haciendo el trabajo del Señor. Defendiéndose a sí mismo y a los otros pequeños preferidos del Señor y limpiando la Iglesia de paso. Pero... ¿Dónde está Dios para darle a la víctima J su merecida recompensa, si el hombre deja entrever el dolor que aún siente cuando reconoce que "ser testigo en un caso penal no ha sido fácil. Estoy haciendo todo lo posible para mantenerme a mí y a mi familia juntos?".
Lo mismo te preguntas cuando lees la reacción a la sentencia del padre de la víctima del cardenal Pell. Un joven que cayó en el consumo de heroína a la tierna edad de los 14 años y murió por sobredosis a los 30.
Respecto a la víctima J, dice el padre que "Quiero darle un abrazo. Era un niño fabuloso. Es un hombre fabuloso ahora".
Todavía le afecta a la víctima J la experiencia de haber sido interrogado sin piedad por el abogado del cardenal Pell (quien en su momento manifestó que hubo penetración consentida) . No obstante, mantiene la cabeza bien alta. "Un jurado ha aceptado por unanimidad la verdad de mi declaración", recuerda, consolándose en el hecho de que mostró más valentía que su abusador, que se negó a declarar a ser interrogado. Por eso le reconforta a él (y debería reconfortarnos a todos) que la víctima J sepa y proclame que "yo he hecho lo que estuvo en mi mano lo mejor que pude".
El cardenal Pell y su abogado
Lo mismo te preguntas cuando lees la reacción a la sentencia del padre de la víctima del cardenal Pell. Un joven que cayó en el consumo de heroína a la tierna edad de los 14 años y murió por sobredosis a los 30.
Respecto a la víctima J, dice el padre que "Quiero darle un abrazo. Era un niño fabuloso. Es un hombre fabuloso ahora".
Cardenal Pell ha provocado mucho sufrimiento
Puede ser que la ley nunca reconozca pruebas como estas, pero son decisivas. Las reacciones inmediatas de estas dos víctimas del cardenal Pell (en caliente, viscerales, quizás sin pensar mucho) no tienen rastro ninguno de venganza, de vendetta, de ajuste de cuentas. Lo que te lleva a pensar que sin ninguna duda están diciendo la verdad. Porque la verdad también anda digna, despacio, humilde, segura de sí misma. Justo como un hombre como J. que tiene la conciencia tranquila. O como un padre que no puede olvidar cómo era ver un partido con su hijo.
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